
Como es tradición la localidad de Colungo celebro este domingo las fiestas pequeñas en honor a la Virgen Mártir Santa Eulalia. Amaneció el día nublado pero por suerte no llovió y se pudieron realizar todos los actos con normalidad.
Al mediodía se prendió la hoguera en la plaza del pueblo, hecha con troncos de almendrera que se cogen de los montes del pueblo.
A las cuatro y media se celebro la Santa Misa en una abarrotada iglesia de San Esteban, oficiada por el párroco D. José María Cabrero y con la presencia de diversas autoridades que acompañaban a la corporación local, encabezada por el alcalde Antonio Lacasa.
Antes de finalizar la misa el mosén tuvo unas palabras de recuerdo en este día tan especial para el sacerdote D. Manuel Nasarre, fallecido recientemente y que durante más de cuarenta años ejerció su labor pastoral en Colungo y los pueblos del Sobrarbe.

Antes de comenzar la procesión y a ritmo de jota el cura Cabrero bendijo los panecillos puestos en unos sacos frente al altar.
Se noto que el día era festivo y fueron muchos los que se acercaron a Colungo para disfrutar de la fiesta.
La Virgen en la peana adornada con flores salió a recorrer las calles del pueblo hasta llegar a su ermita, ubicada en el interior del cementerio parroquial y que en esta ocasión se quedo pequeña para acoger a todos los fieles. Primero se rezo una oración por todos los difuntos que allí descansan y seguidamente se interpreto el himno a Santa Eulalia ,que sin duda que se trata de uno de los momentos más emotivos, jóvenes y mayores le cantan con amor para que nos proteja y bendiga el pueblo de Colungo.
Cerca de las seis volvimos de nuevo a la iglesia y es entonces cuando se hace el reparto de los panecillos bendecidos, varios vecinos del pueblo cogen los sacos y a la salida de la iglesia les van dando el panecillo a todos los presentes. El jamón estaba muy bueno y en unas bandejas se va llevando para que la gente pueda coger. Tampoco faltaron buenos vinos y los hombres de Colungo mostraron su arte para beber en porrón.

Al calor del fuego de la hoguera, sirvió como punto de reunión de los vecinos con el panecillo y el jamón y allí se pasa un buen rato, con muy buena armonía y saludando a personas que viven fuera pero vienen este día para disfrutar de la fiesta.
Poco a poco se fue anocheciendo y la gente comenzó a marchar, sobre las diez ya todo era silencio, el fuego ardía con fuerza como testigo mudo de este día muy querido y deseado por todos los vecinos y en el que honramos con amor a nuestra patrona Santa Eulalia.